La sostenibilidad es más que una tendencia. Es una necesidad y una responsabilidad que las organizaciones de todo tipo deben asumir para garantizar el bienestar de las generaciones presentes y futuras.
En este contexto, en el que la sostenibilidad es un imperativo ético, social y económico que afecta a la reputación, competitividad y supervivencia de las organizaciones, ¿cómo se puede pasar de la intención a la acción? ¿Cómo se pueden medir y comunicar los resultados? ¿Cómo se pueden identificar y priorizar las áreas de mejora?
La respuesta está en los Sistemas de Información Geográfica (GIS, por sus siglas en inglés) y en el factor geográfico, un aspecto clave y diferencial de la tecnología geoespacial que permite a las organizaciones analizar y visualizar datos en un contexto espacial, lo cual ofrece una comprensión profunda y precisa del entorno en el que operan.
La aproximación geográfica permite a las organizaciones integrar, analizar y visualizar datos relacionados con la sostenibilidad a través de su componente espacial, y así entender mejor el impacto de sus actividades en el medio ambiente, la sociedad y la economía.
La tecnología geoespacial ofrece múltiples ventajas para la gestión de la sostenibilidad
Por un lado, permite integrar datos de diversas fuentes y formatos, lo que facilita el acceso y la interoperabilidad de la información. Por otro, facilita analizar los datos desde una perspectiva única, la espacial, lo que ayuda a detectar patrones, tendencias y relaciones que no serían evidentes de otra manera. Además, permite visualizar y comunicar los datos de forma interactiva y atractiva, lo que favorece el compromiso y la participación de los diferentes actores implicados.
Un ejemplo de cómo la aproximación geográfica puede apoyar la sostenibilidad es el uso de sistemas de información para mejorar la resiliencia al cambio climático. El cambio climático es uno de los mayores desafíos que enfrenta la humanidad, y sus efectos ya se están sintiendo en forma de sequías, inundaciones, incendios, huracanes y otros fenómenos extremos.
La tecnología geoespacial puede ayudar a evaluar la vulnerabilidad y el riesgo de las comunidades y los ecosistemas ante estos eventos, así como a planificar y ejecutar medidas de adaptación y mitigación. Por ejemplo, sólo la aproximación geográfica permite crear mapas de riesgo que relacionan las áreas más expuestas y afectadas por el cambio climático con las infraestructuras o activos de una compañía, a través de su localización. Estos mapas sirven de base para la toma de decisiones sobre la asignación de recursos, la protección de infraestructuras, la conservación de la biodiversidad o la reducción de las emisiones.
En resumen, el enfoque geográfico, es decir, la capacidad de visualizar y analizar datos espaciales, permite a las organizaciones transformar sus objetivos de sostenibilidad en acciones concretas y eficaces, entender su entorno de una manera más holística, y tomar decisiones informadas y estratégicas que promuevan la sostenibilidad, con la creación de soluciones innovadoras que mejoren el bienestar de las personas y del planeta.
En este sentido, el Boletín Hidrológico semanal del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, el portal SIG de la Agencia Europea del Medio Ambiente o el Mapeo Climático para la Resiliencia y la Adaptación (CMRA, por sus siglas en inglés) del Gobierno de EE.UU., son claros ejemplos de cómo la tecnología geoespacial permite recopilar, visualizar, gestionar, analizar y compartir los datos climáticos para comprender las condiciones cambiantes del entorno y tomar decisiones informadas para protegerlo.
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