En un escenario corporativo en el que la tecnología ha pasado a ostentar un papel protagonista al situarse cada vez más cerca del negocio, gestionar la deuda técnica derivada de la inversión en TI puede suponer un verdadero quebradero de cabeza para los directores de Sistemas de la Información (CIO, por sus siglas en inglés). Si desde hace años esta cuestión era uno de los grandes retos a abordar por aquellos que asumían el rol, en un contexto en el que el panorama tecnológico empresarial es cada vez más complejo es todavía más apremiante.
Y es que la deuda técnica se ha convertido en un reto polifacético que exige la atención de todos los directivos, desde los CIO responsables de la estrategia tecnológica hasta los CEO centrados en los resultados de la organización. Para ayudar a los ejecutivos a comprender el profundo impacto de la deuda técnica empresarial en sus organizaciones, CIO España ha recurrido a Daniel Saroff, vicepresidente del grupo de Consultoría e Investigación de la firma de análisis IDC, con el fin de arrojar algo de luz.
En su forma más primitiva, la deuda técnica era sinónimo de atajos de codificación: decisiones precipitadas que pretendían cumplir los plazos, pero que a menudo daban lugar a bases de código desordenadas y difíciles de mantener. El concepto de deuda técnica caló hondo entre los desarrolladores de software y se convirtió en una valiosa metáfora para explicar las ventajas y desventajas de la actividad. Destacaba la importancia de equilibrar los beneficios a corto plazo con la sostenibilidad y la calidad a largo plazo.
Con el tiempo, la idea de deuda técnica se extendió más allá del código personalizado para abarcar decisiones más amplias relacionadas con la tecnología dentro de las organizaciones, dando lugar al concepto de deuda técnica empresarial. Las organizaciones empezaron a darse cuenta de que la deuda técnica puede manifestarse en la infraestructura, las opciones arquitectónicas, la gestión de datos e incluso el uso de soluciones de software de terceros. La deuda técnica engloba costes informáticos ocultos, mayores riesgos operativos, seguridad comprometida, innovación obstaculizada y dificultades para adaptarse al cambio.
En palabras de Saroff, “la deuda técnica hace referencia a cualquier tecnología que merme la capacidad de la empresa para cumplir su estrategia o misión. El término se acuñó originalmente para referirse al desarrollo a medida, pero ahora se ha ampliado para abarcar cualquier tecnología. La deuda tecnológica puede estar representada por tecnología antigua, tecnología mal configurada, tecnología ineficiente, tecnología mal seleccionada, tecnología frágil, y también puede aplicarse a los datos”. Al igual que la deuda financiera, comenta el analista, “la deuda tecnológica no es necesariamente algo malo si se trata de una decisión consciente”.
De la misma forma en que las organizaciones pueden asumir deuda financiera por razones estratégicas de negocio, también pueden aceptar (conscientemente) algunos niveles de deuda técnica. El problema surge cuando se acumula sin realizar pagos tecnológicos contra esa deuda a lo largo del tiempo. En este sentido, insiste, “la deuda tecnológica no puede eliminarse, porque la tecnología siempre está evolucionando y es imposible evolucionar siempre con ella”.
“A medida que las empresas se vuelven más digitales, necesitan medir y gestionar activamente el apalancamiento de su deuda técnica”. Dicho concepto, explica Saroff, pretende ayudar a los ejecutivos a comprender el impacto de la elevada deuda tecnológica empresarial en sus operaciones y ayudar a establecer una lengua vehicular común para abordar, medir y gestionar esa deuda tecnológica, de forma que se puedan realizar los pagos adecuados a lo largo del tiempo.
Al medir y gestionar de forma proactiva la deuda tecnológica de la empresa y establecer un lenguaje empresarial común con el que contener esa medición, los CIO pueden elevar el debate sobre la deuda tecnológica dentro de su organización. Este enfoque permite que la deuda tecnológica se convierta en una palanca estratégica que puede ayudar a alcanzar los objetivos empresariales, al tiempo que permite al equipo ejecutivo priorizar conscientemente los esfuerzos para abordar los intereses de la deuda tecnológica.
Para medir eficazmente el apalancamiento de la deuda tecnológica, las organizaciones deben evaluar cada tecnología dentro de la pila tecnológica de la empresa basándose en varios factores operativos y estratégicos. Los componentes clave incluyen la capacidad de soporte del sistema, que se refleja en el tiempo dedicado a su mantenimiento, y la esperanza de vida restante de la solución, que indica cuánto tiempo seguirá siendo viable y útil la tecnología en el entorno empresarial.
Una vez evaluada y puntuada la pila tecnológica, los resultados deberían mostrar en qué aspectos una organización está muy apalancada y qué componentes tecnológicos específicos necesitan cierta atención para reducir ese apalancamiento. “Un cuadro de mandos limpio y conciso, con indicadores rojos, amarillos y verdes sobre el impacto y la medida en que afecta al negocio y a las operaciones puede ser una buena herramienta para comunicar al CEO y al consejo de administración el estado de la organización”.
Factores que engrosan el cociente de deuda técnica empresarial
Ahora que las empresas se han tornado más digitales, abordar la deuda técnica empresarial se ha vuelto “más crítico, porque una tecnología mal alineada añadirá fricción (eliminará eficiencia y eficacia) a los procesos o negocios de transformación digital. Actúa como un ancla que frena el progreso. Puede hacer que el entorno sea más frágil”, explica Saroff. Entre los factores que engrosan el cociente de deuda técnica en una organización, el analista señala los siguientes:
- La eficacia con que la organización de TI puede argumentar la necesidad de abordar la deuda tecnológica en términos comprensibles para la empresa.
- Migrar rápidamente o cambiar la tecnología empresarial con una mentalidad de ‘hacerlo rápido’ en la que volver atrás y abordar y optimizar una vez en producción se hace de boquilla, pero nunca ocurre.
- Relación entre el impacto de la deuda técnica y los objetivos y estrategias empresariales.
- Escasa comprensión de la relación entre los costes de corrección de la deuda técnica y los beneficios empresariales.
- Organizaciones de TI con financiación insuficiente que se ven atrapadas en el soporte de tecnologías inadecuadas, porque no tienen el personal o los recursos para hacerles frente.
Aprovechando esto como punto de partida, el analista avanza las tendencias que imperan en la actualidad en la esfera corporativa a la hora de gestionar la deuda técnica en una organización. “Vincular claramente el impacto de la deuda técnica a los resultados empresariales o desarrollar un sistema de radar de riesgos (rojo, amarillo, verde) para expresar de forma clara y sencilla a la empresa los impactos de la deuda técnica y llegar a una determinación común sobre la remediación (corrección) son algunas de ellas; sin embargo, lamentablemente muchas organizaciones siguen sin disponer de una forma concertada de identificar, notificar y priorizar la deuda técnica”.
Principales desafíos a encarar por los CIO
Según Saroff, el primer reto radica en lograr que la gestión de la deuda técnica no sea un problema de TI. “La empresa suele creer que se trata de un ‘problema informático’. Puede que se trate de tecnología, pero la cuestión es su impacto en la empresa, y esto debe expresarse claramente”, asevera. “Es difícil para TI argumentar que un sistema antiguo que prácticamente no tiene costes debe ser sustituido. Una vez más, el argumento debe basarse en cómo perjudica a la empresa”.
En este ámbito cobra especial relevancia la cultura corporativa. “La gente prefiere lo malo conocido a lo bueno por conocer. Existe una resistencia cultural a cambiar de tecnología y, por tanto, a abordar la deuda tecnológica. Los estudios han demostrado que la gente seguirá utilizando y prefiriendo el sistema con el que se siente cómodo (aunque piense que es un mal sistema) antes que pasar a un sistema mejorado en el que tendrá que volver a aprender todos sus trucos y técnicas”, afirma Saroff. Por ello, concluye el analista, es necesario que el CIO haga gala de sus mejores dotes comunicadoras para derribar esa resistencia al cambio si quiere mantener a raya la deuda técnica empresarial.
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