“Aunque sucedió hace dos años y medio, todavía me genera ansiedad y desasosiego recordarlo”. Con estas palabras, Gonçal Badenes, CIO de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), relata en primera persona cómo vivió en sus propias carnes el ciberataque de ransomware que el grupo cibercriminal PYSA perpetró en 2021 contra la institución pública educativa. Como es habitual en estas ocasiones, el ciberincidente tuvo lugar durante un fin de semana largo, con motivo del Día de la Hispanidad que se celebra religiosamente cada 12 de octubre en España. “Actúan siempre cuando creen que eres más débil”, comenta el director de Tecnologías de la Información y la Comunicación en el marco del Dell Tecnologies World que la tecnológica celebró en Las Vegas (Estados Unidos).
El sistema de detección de continuidad del servicio fue el que hizo sonar las alarmas tras hallar que, uno a uno, los sistemas de la Universidad comenzaban a caer. Entonces, el personal a cargo descolgó el teléfono y se puso en contacto con Badenes y el Comité de Seguridad con el que contaba previamente la organización para revertir la situación. Desde ese primer minuto, todos los esfuerzos estuvieron orientados a comprender qué había ocurrido, cómo había sucedido y qué debían hacer para recuperarse de uno de los males más temidos del siglo XXI: el ransomware. Así fue como, a pesar de la incertidumbre inicial, del trabajo titánico y la sensación de vulnerabilidad permanente, lograron sobrevivir al ciberataque llegando, incluso, a salir reforzados del mismo.
Anatomía del ciberincidente que marcó un antes y un después en la estrategia de ciberseguridad de la UAB.
Desentramando lo ocurrido
Echando la vista atrás, antes de la voz de alarma, la Universidad ya contaba con un plan de adecuación acorde al Esquema Nacional de Seguridad, con un equipo de especialistas preparados y una metodología propia para abordar una situación de estas características antes de que ocurriera. “Sabíamos que podía pasar, habíamos tomado cartas en el asunto, al igual que haces un simulacro de incendio una vez al año, hicimos lo propio con la ciberseguridad, era un tema que nos tomábamos en serio”. No obstante, a pesar de la cautela, lo peor terminó por sucederse.
Con Badenes en marcha y el protocolo de ciberseguridad activado, la directiva de la UAB evaluó los daños: “Vimos que el data store del VMWare estaba dañado y, a los minutos, que también había sido encriptado porque empezaron a aparecer notas de ransomware en los equipos del Centro de Procesamiento de Datos (CPD)”. El ataque principal, rememora el CIO, fue en el CPD, pero también hubo un ataque lateral en el campus virtual, donde desplegaron un script de PowerShell que empezó a cifrar los equipos de los usuarios que estaban activos en el campus y conectados al dominio. “Esto, creo, lo hicieron simplemente por aumentar la visibilidad, mediatizar el caso; el daño que hicieron fue muy limitado y así se aseguraron que tanto el personal TIC como la comunidad estudiantil sabían qué estaba ocurriendo”.
El equipo atacante, comenta Badenes, era “muy profesional”, “en algunos momentos había hasta diez personas trabajando simultáneamente entre la medianoche y las seis o las siete de la mañana para actuar sin levantar sospechas”. Igual de competentes fueron la Agencia Catalana de Ciberseguridad, quien se sumó por iniciativa propia, la Agencia de Protección de Datos, la Policía y los partner tecnológicos S2Grupo y Dell Technologies que hicieron de esta una batalla propia.
“En nuestro caso el impacto operativo fue importante”. A priori, confiesa Badenes, tenían clarísimo que si se daba un ciberataque desconectaban la red, detenían los equipos y ‘tiraban’ todo abajo para “evitar males mayores”. Sin embargo, confiesa el CIO a posteriori, “la magnitud del efecto que tiene pararlo todo es difícil de imaginar hasta que no te la encuentras”. Una universidad de este calibre, tradicionalmente presencial, que hubo de adaptarse a los tiempos pandémicos tirando de digitalización, innovación y tecnología, hubo de volver en tiempo récord a la pizarra y la tiza. “Nunca dejamos de dar clase, pero tuvimos que reinventarnos -una vez más, ya que este no ha sido el primer incidente que han tenido que encarar-. Uno de los grandes problemas que te encuentras en un momento así es que necesitas comunicar a tus usuarios qué está pasando con la máxima celeridad y transparencia; sin embargo, las listas de distribución y el portal web también estaban inaccesibles”.
En este punto, como en tantos otros a lo largo de los días, repararon en que “los protocolos internos que tienes, por rápidos y estructurados que sean, son demasiado lentos cuando la acción debe ser inmediata”. Algo que el director de ICT confirma que sí fue eficaz fue haber identificado a una empresa que les pudiera ayudar en caso de incidente, “esto supuso que no perdiéramos horas ni días que en una circunstancia así son súper valiosos”.
Minuto a minuto: desde el ‘forensic’ a las alianzas estratégicas
Como si de un partido se tratase, Badenes relata el minuto a minuto del que es considerado el ciberataque más grande al que se ha enfrentado la institución educativa. Recapitulando, tras la mano de los actores maliciosos quedaron atacados y cifrados los data stores del VMWare, “cifrándolos tiras abajo todos los servicios que hay por encima, pero no puedes acceder a las máquinas”. A lo que sí tuvo acceso el grupo cibercriminal fue al active directory y al domain controller; como resultado y a través de ellos -sospecha el CIO- posiblemente pudieron alcanzar alguna carpeta compartida con información sensible, “pero lo que no quedó afectado fueron los servidores de bases de datos de la universidad”.
Tras el forensic capitaneado por la Agencia Catalana de Ciberseguridad supieron que las bases de datos corporativas se mantuvieron inmunes; por tanto, registros académicos, información financiera, toda la información personal de la plantilla corporativa permaneció a buen recaudo. “La cantidad de datos filtrados, en el peor de los casos, hubiese sido minúscula”. Aquí se planteaba entonces la disyuntiva de ceder al chantaje o mantenerse en firme. “Ni pagamos ni contactamos con ellos, ignoramos completamente las notas de ransomware”. Las razones las detalla el director TI con algo de sorna y sarcasmo: “por cuestiones éticas, por cuestiones legales y porque no teníamos forma posible de hacerlo como entidad pública ya que cualquier gasto de más de 15.000 euros nos implica sacar un concurso público”. “Creo que los atacantes nunca entendieron la idiosincrasia de atacar a una entidad pública del país”.
Protocolo a seguir: así fue el plan de acción
Los pasos a seguir, milimetrados y temerosos, pasaron por desactivar todo, contactar a partner tecnológicos y autoridades competentes para lograr entender qué pasó y realizar un forensic. “Hasta que no descifras qué tipo de ataque se ha producido, cómo lo han llevado a cabo y qué malware han desplegado no puedes recuperar servicios”. En términos de back-up, la universidad contaba con dos copias en dos CPD distintos en el campus y una tercera en cinta fuera del perímetro de la organización. “Miramos el primero y estaba destruido, también lo estaba el segundo, antes de llegar al tercero prácticamente rezas”. “Perdimos diez días de trabajo pero sabíamos que las cintas no se habían cifrado”.
Durante estos momentos, Dell supuso una gran fuente de ayuda: “Tras contarles que teníamos los dos back-up cifrados, sin hacer ningún tipo de presión, la compañía lo escala al máximo nivel y la máxima prioridad poniéndonos en contacto con los mejores técnicos”. Según cuenta Badenes, la compañía que germinó en los dorms de la Universidad de Texas trabajó 24/7 en turnos eternos. “Ya nos avisaron, el primer back-up era irrecuperable; con el segundo, no obstante, se mantenían callados, no daban señales hasta que finalmente brotó la esperanza y un día después lo teníamos”. “Fue alucinante lo que consiguieron manipulando cosas a muy bajo nivel en la cabina y logrando reformatear todo”.
En ese punto se escuchó más de un suspiro, “el nivel de agobio descendió considerablemente”. El siguiente paso consistía en levantar todo lo que había sido derruido antes, pero, tal y como apunta el CIO, “tienes que estar seguro que todos los sistemas estén limpios, cuando se produce un ataque así no solo te encriptan los sistemas, también pueden haber dejado backdoors”. Consciente de ello, el director ICT tomó las riendas y decidió estratégicamente rehacer los sistemas críticos desde cero: back-up, identidad, bases de datos y virtualización. “Los reinstalamos desde cero, les aplicamos todas las actualizaciones y solo en ese momento empezamos a volcar los datos para evitar que se pudiera colar alguna configuración maliciosa”. En total, recuerda, “fueron dos semanas con los sistemas parados”. “El primer servicio se empieza a levantar quince días más tarde del ataque; al cabo de dos semanas más, los servicios críticos para la universidad estaban todos en pie; la recuperación total se produjo tres meses más tarde, aunque eran cosas relativamente pequeñas”.
Resiliencia operativa; un nuevo cambio de estrategia
La política que adoptaron requería que todo sistema que se levantase tenía que hacerse de acuerdo con las best practice; de hecho, apostilla el CIO, “hubo servicios que condenamos al olvido debido a la obsolescencia”. Normalmente, explica, la continuidad del servicio pasa por delante de la ciberseguridad. “Esto ha cambiado ahora, hay un cambio de dinámica”. Una vez ocurre el ciberataque de ransomware, “te das cuenta que hubo una brecha debido a un sistema muy obsoleto que nunca venía bien que fuera parado y actualizado”. Desde entonces hubo un giro de tornas, ahora cuando hay que realizar una acción de seguridad avisan desde el departamento y la planifican, pero “siempre” la llevamos a cabo. En general, “el cambio ha sido brutal, nuestra posición de seguridad actual es muchísimo mejor que antes, aunque no quita que sigamos teniendo vulnerabilidades porque no hay ningún sistema 100% seguro”.
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